miércoles, 14 de septiembre de 2011

Agosto se llevó grandes figuras: Manolete, Manolo y Valente





Por: Eduardo Guillén

Hay diferentes formas de recordar la vida. Una de ellas es a través de la huella que las personas, los toreros, los pilares de la fiesta dejaron en su paso por este mundo y, otra, cuando se nos adelantan en el camino a Dios.

Este es el caso aquí. Agosto, en el que las noticias de grandes tardes taurinas son pocas por la escasa actividad, se convierte en un mes clave para la historia del toreo. De manera coincidental es en este mes en el que mueren tres de los más polémicos toreros que el mundo ha visto, cuando menos, en la era moderna.

Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, Manuel Martínez Ancira y Valente Arellano Salum convergen en un mismo destino de manera irremediable, ya que los tres dejan este mundo precisamente en el mes de agosto. Lo más peculiar de la situación es que, habiendo sido protagonistas y precursores importantes de la fiesta taurina, su muerte llega en circunstancias diametralmente diferentes para cada uno y en años que marcaban decenas completas.

Por ejemplo, Manolete nació en 1917 y murió en 1947. Manolo vino al mundo en 1946 y falleció en 1996. Finalmente, Valente llegó en 1964 y nos dejó en 1984. Se van de 30, 50 y 20 años, respectivamente.

Cada uno dejó una honda huella taurina, forjada a base de sacrificios, heridas y decepciones, pero también de grandes tardes de gloria, triunfos y momentos que la historia ha guardado celosamente en sus anales.

Linares, Torreón y La Jolla, en ese orden, fueron los lugares terrenales en donde estos personajes vieron la luz por última vez. Una enfermería, una calle y una sala de hospital se convirtieron en los mudos testigos de tres de las muertes menos oportunas y deseadas por los aficionados a los toros.

Uno, Manolete, estaba en la cima de su carrera; otro, Valente, apenas la reiniciaba después de diversos percances y el tercero; Manolo, ya estaba retirado de los ruedos. Aun así, los tres siguen siendo referentes dentro de este espectáculo que es la fiesta brava.

Por razones lógicas, quizá la muerte más significativa haya sido la del regiomontano Martínez, por ser el que desplegó una carrera más larga a la que más aficionados tuvimos acceso en México. Además, podríamos decir también que ambos, Manolete y Manolo, pertenecían a dos etapas diferentes del toreo, dos formas opuestas de enfrentar a los toros pero en las que ambos se distinguieron por su manera individual para hacerlo.

El caso de Valente es otro, ya que todo lo que mostró en su carrera de novillero no pudo ser confirmado como matador de toros, pues sólo logró torear nueve festejos después de recibir la alternativa, precisamente en Monterrey hasta el fatal accidente de motocicleta que segó su vida.

A pesar de todo, los tres plasmaron su fuerza y personalidad de manera inovidable. Faenas con un estilo especial, único, quedaron grabadas en la mente de los aficionados que fueron testigos de ellas. Manoletinas, Trincherazos y Valentinas, elementos fundamentales en el repertorio de estas figuras son suertes que hoy son repetidas, aunque nunca igualadas, con lo que trascienden el tiempo y el espacio y le dan, a sus creadores, un lugar especial en la historia.

Por eso, más que recordar fechas de aniversarios luctuosos, deberíamos celebrar a estas grandes figuras por lo que hicieron, en vida, por la fiesta brava. Manolete, Manolo y Valente fueron revolucionarios, rompieron paradigmas y acabaron con inercias que atoraban el avance de esta actividad en el mundo taurino.

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